Popol Vuh
El Popol Vuh o Popol Wuj (el nombre k’iche’ se traduciría
como: Libro del Consejo o Libro de la Comunidad) es una recopilación de varias
leyendas de los k’iche’. El libro tiene un gran valor histórico, así como
espiritual. Se le ha llamado, erróneamente, Libro Sagrado o la Biblia de los
mayas k'iche's. Es una narración que trata de explicar el origen del mundo, la
civilización y los diversos fenómenos que ocurren en la naturaleza.
I. Creación del mundo y los primeros intentos por crear a
los hombres
El Popol Vuh relata la inexistencia del mundo hasta que el
creador y formador decidió generar la vida. La intención era que sus propias
creaciones le pudieran hablar y agradecer por la vida. Primero se creó la
Tierra, después los animales y finalmente, los hombres. Éstos fueron
inicialmente hechos de barro, pero como el intento fracasó, el gran creador y
formador decidió extraerlos de la madera. Una vez constituidas otras tantas
familias, el creador y formador, temeroso de que a sus criaturas pudiera
tentarlas la idea de suplantarlos en sabiduría, disminuyó la vista e inteligencia
de los ocho.
La creación según el Popol Vuh
Ésta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en
calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo. Ésta
es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un
animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas
ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo
estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto,
que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera
ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo,
el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.
Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el
Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua
rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules. Llegó aquí
entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gugumatz, en la oscuridad, en la
noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gugumatz. Hablaron, pues, consultando entre
sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera
debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los
árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la claridad en acción del
hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo,
que se llama Huracán. El primero se llama Caculhá Huracán. El segundo es
Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa-Caculhá. Y estos tres son el Corazón del
Cielo. Entonces vinieron juntos Tepeu y Gugumatz; entonces conferenciaron sobre
la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el
que produzca el alimento y el sustento. -¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío!
¡Que esta agua se retire y desocupe el espacio, que surja la tierra y que se
afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No
habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la
criatura humana, el hombre formado. Así dijeron. Luego la tierra fue creada por
ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: - ¡Tierra!,
dijeron, y al instante fue hecha. Como la neblina, como la nube y como una
polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al
instante crecieron las montañas. Solamente por un prodigio, sólo por arte
mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante
brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie. Y así se llenó de
alegría Gugumatz, diciendo: -¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú,
Huracán, y tú, Chípi-Caculhá, Raxa-Caculhá! -Nuestra obra, nuestra creación
será terminada, contestaron. Primero se formaron la tierra, las montañas y los
valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo
libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron
las altas montañas. Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el
Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que
primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se
hallaba sumergida dentro del agua.. De esta manera se perfeccionó la obra,
cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.
Luego hicieron a los animales pequeños del monte, los guardianes de todos los
bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres,
serpientes, culebras, cantiles (víboras), guardianes de los bejucos. Y dijeron
los Progenitores: -¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los árboles y los
bejucos? Conviene que en lo sucesivo haya quien los guarde. Así dijeron cuando
meditaron y hablaron enseguida. Al punto fueron creados los venados y la aves.
En seguida les repartieron sus moradas los venados y a las aves: -Tú, venado,
dormirás en la vega de los ríos y en los barrancos. Aquí estarás entre la
maleza, entre las hierbas; en el bosque os multiplicaréis, en cuatro pies
andaréis y os tendréis. Y así como se dijo, así se hizo. Luego designaron
también su morada a los pájaros pequeños y a las aves mayores: -Vosotros,
pájaros, habitaréis sobre los árboles y los bejucos, allí haréis vuestros
nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis en las ramas de los árboles y
de los bejucos. Así les fue dicho a los venados y a los pájaros para que
hicieran lo que debían hacer, y todos tomaron sus habitaciones y sus nidos. De
esta manera los Progenitores les dieron sus habitaciones a los animales de la tierra.
Y estando terminada la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue
dicho a los cuadrúpedos y pájaros por el Creador y Formador y los Progenitores:
-Hablad, gritad, gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra especie, según
la variedad de cada uno. Así les fue dicho a los venados, los pájaros, leones,
tigres y serpientes. -Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros,
vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, Chipi-Caculhá,
Raxa-Caculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra el Creador, el
Formador, los Progenitores; hablad, ínvocadnos, adoradnos!, les dijeron. Pero
no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban
y graznaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno gritaba de
manera diferente. Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que
hablaran, se dijeron entre sí: -No ha sido posible que ellos digan nuestro
nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien, dijeron
entre sí los Progenitores. Entonces se les dijo: -Seréis cambiados porque no se
ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento, vuestra
pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos
y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis.
Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros seres que sean obedientes.
Vosotros, aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será.
Ésta será vuestra suerte. Así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los
animales pequeños y grandes que hay sobre la faz de la tierra. Así, pues, hubo
que hacer una nueva tentativa de crear y formar al hombre por el Creador, el
Formador y los Progenitores. -¡A probar otra vez! Ya se acercan el amanecer y la
aurora; ¡hagamos al que nos sustentará y alimentará! ¿Cómo haremos para ser
invocados para ser recordados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras
primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se pudo lograr que
fuésemos alabados y venerados por ellos. Probemos ahora a hacer unos seres
obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten. De este modo hicieron a
los seres humanos que existen en la tierra.
Los dioses gemelos: Hunahpú e Ixbalanqué
El Popol Vuh también relata las hazañas de los dioses
gemelos: Hunahpú e Ixbalanqué, que descendieron a Xib'alb'a (inframundo) y
vencieron a los Ajawab, y se convirtieron en el Sol y la Luna. He aquí un
fragmento de la historia de su nacimiento:
Cuando llegó el día de su nacimiento, dio a luz la joven que
se llamaba Ixquic; pero la abuela no los vio cuando nacieron. En un instante
fueron dados a luz los dos muchachos llamados Hunahpú e lxbalanqué. Allá en el
monte fueron dados a luz. Luego llegaron a la casa, pero no podían dormirse.
-¡Anda a botarlos afuera!, dijo la vieja, porque verdaderamente es mucho lo que
gritan. Y en seguida fueron a ponerlos sobre un hormiguero. Allí durmieron
tranquilamente. Luego los quitaron de ese lugar y los pusieron sobre las
espinas. Ahora bien, lo que querían Hunbatz y Hunchouén era que murieran allí
mismo en el hormiguero, o que murieran sobre las espinas. Deseábanlo así a
causa del odio y de la envidia que por ellos sentían Hunbatz y Hunchouén. Al
principio se negaban a recibir en la casa a sus hermanos menores; no los
conocían y así se criaron en el campo. Hunbatz y Hunchouén eran grandes músicos
y cantores; habían crecido en medio de muchos trabajos y necesidades y pasaron
por muchas penas, pero llegaron a ser muy sabios. Eran a un tiempo flautistas,
cantores, pintores y talladores; todo lo sabían hacer. Tenían noticia de su
nacimiento y sabían también que eran los sucesores de sus padres, los que
fueron a Xibalbá y murieron allá. Grandes sabios eran, pues Hunbatz y Hunchouén
y en su interior sabían todo lo relativo al nacimiento de sus hermanos menores.
Sin embargo, no demostraban su sabiduría, por la envidia que les tenían, pues
sus corazones estaban llenos de mala voluntad para ellos, sin que Hunahpú e
lxbalanqué los hubieran ofendido en nada. Estos últimos se ocupaban solamente
de tirar con cerbatana todos los días; no eran amados de la abuela ni de
Hunbatz, ni de Hunchouén. No les daban de comer; solamente cuando ya estaba
terminada la comida y habían comido Hunbatz y Hunchouén, entonces llegaban
ellos, Pero no se enojaban, ni se encolerizaban y sufrían calladamente, porque
sabían su condición y se daban cuenta de todo con claridad. Traían sus pájaros
cuando venían cada día, y Hunbatz y Hunchouén se los comían, sin darle nada a
ninguno de los dos, Hunahpú e lxbalanqué. La sola ocupación de Hunbatz y
Hunchouén era tocar la flauta y cantar.
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